Todos estos resultados indican que la espirulina, que ya consumían los aztecas en la antigüedad, puede ayudar a reducir el estrés oxidativo y sus peores consecuencias, como la dislipidemia o la hipertensión. Aunque, como siempre ocurre con los suplementos, es poco probable que la espirulina pueda remediar por sí sola las consecuencias del exceso de azúcar y la vida sedentaria.